No se conocían. Trabajaban a 100 metros de distancia. Ella un día necesitaba un enchufe y se le ocurrió entrar a la empresa dónde él trabajaba. “¿Alguien puede ayudarme?”, preguntó. Él salió de su cubículo, la ayudó y cruzaron muchas miradas. Se gustaron desde ese instante. Pronto se pusieron de novios, viajaron mucho, se fueron a vivir a la casa que diseñaron juntos, fueron padres de dos hermosos niños… y un día dijeron: ¿Vamos a casarnos?
Allí me llamaron. Me dijeron que planeaban divertirse mucho, beber y bailar en partes iguales. Hicimos fotos de pre boda con los niños. Alcanzamos a tener mucha confianza. Tanto que me hicieron prometer que algún trago compartiría con ellos el día de la fiesta (¡nunca bebo mientras estoy en una boda!).
Y la fiesta fue exactamente cómo la habían descripto. Pura diversión. Mucho baile, muchas sonrisas y sobre todo, mucho amor.
Y sí, al final de todo, compartí una copa de champagne con los novios. Nunca rompo una promesa. Ellos me habían regalado las mejores fotos de boda 🙂